Barbara McClintock es considerada como una de las figuras más influyentes en biología del siglo XX. Fue genetista y botánica y revolucionó completamente el campo de las ciencias de la vida, en particular de la genética moderna, y eso que al comienzo, sus investigaciones causaron cierto rechazo al promover ideas tan revolucionarias.
Comienza la ciencia
Estudió botánica en la Escuela de Agricultura de Cornell a principios del siglo XX. Posteriormente, obtuvo su doctorado en botánica, aunque no muchas mujeres obtenían este título. Trabajó, sobre todo, en citogenética del maíz, es decir, en el estudio de la estructura, función y comportamiento de los cromosomas.
Uno de los primeros descubrimientos fue el desarrollo de técnicas para visualizar y caracterizar cromosomas de maíz. Gracias a ello, se pudo observar la morfología de los 10 cromosomas del maíz por microscopia óptica y consiguió relacionar caracteres que se heredaban con segmentos cromosómicos concretos. Además, describió el entrecruzamiento cromosómico, donde tiene lugar la recombinación de genes. Probaron que existía una relación entre este fenómeno y la herencia de nuevos caracteres abriendo la puerta a nuevos mecanismos de evolución.
Descubrimiento de los transposones
Sin embargo, su descubrimiento más importante ocurrió cuando obtuvo un puesto como investigadora a tiempo completo en el laboratorio de Cold Spring Harbor. Hablo de los transposones, también llamados “genes saltarines” o elementos reguladores. Esto lo hizo tratando de explicar el fenómeno de mosaicismo genético (donde en un individuo coexisten una o varias líneas celulares con diferente genotipo) como generador de pautas de color en las semillas del maíz.
En su artículo (Barbara McClintock, 1950) publicó su hipótesis donde describió dos loci (del singular locus, lugar físico que ocupa un gen) que denominó Dissociator (Ds) y Activator (Ac). De forma resumida, Ds producía roturas cromosómicas y se insertaba en otros lugares del cromosoma donde producía cambios en la expresión de los genes adyacentes o incluso pérdida de estos genes. Estas alteraciones le resultaban parecidas a las causadas por rayos X, luz ultravioleta o algunos químicos. Ac, en cambio, era capaz de insertarse en otras zonas cromosómicas y era necesario para la actividad de Ds.
Estudió los efectos de la transposición de Ac y Ds analizando las pautas de coloración en los núcleos del maíz a lo largo de generaciones, interviniendo en los cruzamientos; y describió la relación entre los dos loci mediante análisis de microscopía. Concluyó que cuando Ds se mueve (transpone), el gen que determina el color de la aleurona se expresa puesto que se pierde su efecto represor.
Estos hallazgos proporcionaban más evidencias de que el material genético no es estable, sino dinámico y más complejo de lo que se creía. Así, hipotetizó que la transposición forma parte de uno de los sucesos fundamentales del desarrollo de los organismos multicelulares, de tal forma que algunas de las diferencias existentes entre las células individuales y los tejidos podían deberse a reorganizaciones genéticas generadas por elementos móviles.
Galardones y distinciones
McClintock recibió múltiples distinciones y reconocimientos a lo largo de su vida. Ya en 1944, debido a su alta productividad llegó a ser la tercera mujer en formar parte de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Al año siguiente, la nombraron presidenta de la Sociedad de Genética Americana, siendo esta vez la primera mujer en ocupar este puesto. Recibió la National Medal of Science en 1981. Durante 1981-82 recibió varios premios y becas por parte de diferentes instituciones. Sin embargo, el reconocimiento más importante lo recibió en 1983, galardonada con el Premio Nobel de Medicina por su trabajo sobre los transposones, 30 años después de la publicación de sus resultados. Además, fue la primera mujer que recibió este premio en solitario. Asimismo, realizó 14 doctorados a lo largo de su vida y uno en humanidades.
Así pues, su filosofía de trabajo se ve reflejada en la opinión que manifestó tras la concesión del Nobel:
A lo largo de los años he disfrutado realmente de no estar obligada a defender mis interpretaciones. Simplemente pude trabajar con el máximo placer. Nunca me sentí con la necesidad, ni con el deseo, de defender mis puntos de vista. Si algo resultaba ser incorrecto, simplemente olvidaba que hubiera compartido esa perspectiva. No importaba.
Barbara McClintock, 1983.