Cómo la ciencia define el concepto de muerte

En un mundo donde los límites de la mortalidad se difuminan, un enigma fascinante acecha detrás de la certeza convencional. Las definiciones legales vigentes en todo el globo se han sostenido sobre dos pilares fundamentales: el cese irreversible de las funciones cardíacas y respiratorias, o la pérdida de capacidades cruciales del cerebro. Sin embargo, un grupo diverso de especialistas en neurociencia, medicina, ética y jurisprudencia ha desafiado la nitidez de estas definiciones en la era de la tecnología médica avanzada y el crecimiento exponencial del conocimiento científico. ¿Cómo se puede definir la muerte cuando los límites entre la vida y la no-vida se vuelven cada vez más tenues? ¿Y cómo impacta esta ambigüedad en las conversaciones delicadas entre médicos y familias en situaciones críticas? El enigma de la muerte cerebral y sus discrepancias legales amenazan con socavar la confianza pública a nivel global.

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Las definiciones legales vigentes en todo el mundo suelen contemplar dos tipos de muerte: cuando las funciones cardiaca y respiratoria se detienen irreversiblemente, o cuando se pierden funciones cruciales del cerebro. Históricamente, ambas han estado estrechamente relacionadas: si se detiene el corazón, el cerebro muere en cuestión de minutos. Si todo el cerebro deja de funcionar, el corazón deja de latir. Pero los avances médicos de los años 50, como los modernos respiradores, permitieron separar ambos tipos de muerte.

Estas tecnologías, junto con la mejora de los métodos de medición de la función cerebral, impulsaron la formación de un comité en la Universidad de Harvard en Cambridge (Massachusetts) en 1968. Los miembros elaboraron una definición de coma irreversible o muerte cerebral que fue controvertida en su momento.

En 1981, la Comisión de Derecho Uniforme (ULC), una organización sin ánimo de lucro con sede en Chicago (Illinois), establecieron que una persona puede considerarse muerta cuando se produce un cese irreversible de las funciones circulatorias y respiratorias o de todas las funciones de todo el cerebro, incluido el tronco encefálico.

Incentivados por discrepancias legales, un grupo de neurólogos, médicos, abogados y bioéticos, está intentando harmonizar las leyes relacionadas con la definición de muerte. Dicen que el lenguaje impreciso en las leyes existentes, así como la investigación realizada desde que se aprobaron las leyes, amenaza con socavar la confianza pública en cómo se define la muerte en todo el mundo.

La Muerte Cerebral: Un Tema Controvertido

En la actualidad, aunque la muerte cerebral representa sólo el 2% de las muertes de adultos y el 5% de las de niños en los hospitales de Estados Unidos, tiende a acaparar una atención desmesurada en los medios de comunicación y en la legislación. Erin Paquette, especialista en bioética de la Universidad Northwestern de Evanston (Illinois), afirma que esto se debe a que el aspecto físico de una persona con muerte cerebral no suele coincidir con el concepto que la gente tiene de la muerte. Conectada a un respirador, una persona con muerte cerebral puede parecerse a cualquier otro individuo en una UCI.

Muertes en adultos
Diseñador web 2%
Muertes en niños
Diseñador web 5%

Esto puede dificultar la comunicación de los médicos con los familiares sobre la muerte cerebral, sobre todo cuando la ley va por detrás de los conocimientos científicos. Así ocurrió en el caso de McMath. Aunque nunca recuperó definitivamente la consciencia ni la capacidad de respirar por sí misma, empezó la pubertad y tuvo su primera menstruación, señal de que una pequeña región de su cerebro llamada hipotálamo anterior, que ayuda a controlar las hormonas del cuerpo, podría haber estado activa. 

Desafíos lingüísticos y discrepancias legales en la definición de muerte

Los médicos han pedido que se modifique el lenguaje de la Ley de Determinación Uniforme de la Muerte (UDDA), con la esperanza de aclarar qué áreas cerebrales son relevantes para la recuperación. Otros países, como el Reino Unido y la India, definen la muerte cerebral de forma mucho más estricta que Estados Unidos, centrándose no en todo el cerebro, sino en el tronco encéfalico, necesario para funciones esenciales como respirar, tragar y mantener los latidos del corazón. El Reino Unido va un paso más allá al no separar las formas en que se produce la muerte: todas las muertes se producen cuando se pierde la función del tronco encéfalico.

Otros cambios lingüísticos son más sutiles. Algunos clínicos han pedido que se modifique la ley para que se refiera a una pérdida «permanente» de las funciones cerebrales y cardiacas en lugar de «irreversible». El argumento es que las pruebas actuales para determinar la muerte no evalúan la reversibilidad, sino la permanencia. La irreversibilidad, dicen los médicos, es un criterio mucho más exigente, y les obligaría a esperar horas para demostrar que no pueden restablecer la función cardiaca o cerebral. Y aunque fuera posible restablecer algunas funciones, hay quien afirma que no sería prudente ni ético hacerlo. 

La necesidad de abordar el lenguaje sobre la irreversibilidad se ha hecho más urgente gracias a la investigación de Nenad Sestan, neurocientífico de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut. Él y sus colegas bombearon un sustituto de la sangre a través del cuerpo de cerdos y restauraron la función celular en algunos órganos, incluido el cerebro, horas después de sacrificar a los animales. Tuvieron cuidado de señalar que, aunque las células fueran metabólicamente activas, esto no se traducía en la función de los órganos.

Estas discrepancias lingüísticas hacen que las directrices publicadas por organizaciones como la Academia Estadounidense de Neurología (AAN), en las que se indica qué pruebas deben realizar los médicos para declarar la muerte cerebral, no coincidan con la UDDA.

A finales de este año se publicarán nuevas directrices de la AAN, según un coautor de las mismas. La revisión estandarizará la determinación de la muerte entre adultos y niños para que el concepto sea más fácil de entender para la gente.

Mejorar la comprensión y confianza pública en la definición de muerte cerebral​

Más allá de la revisión de la UDDA, hay otras formas, más sistémicas, de fomentar la confianza pública en el concepto de muerte cerebral. Un ejemplo es una formación médica más uniforme y sólida: como las determinaciones de muerte cerebral son relativamente infrecuentes, muchos residentes de neurología en Estados Unidos terminan su formación sin presenciar un solo examen de muerte cerebral. Esto puede dar lugar a una menor uniformidad entre los clínicos y a una comunicación deficiente con la familia o los cuidadores de una persona con una lesión cerebral devastadora. Los estudiantes necesitan más práctica a la hora de comunicar diagnósticos y posibles resultados a la familia o los cuidadores de una persona con una lesión cerebral devastadora.

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